Quien no ha tenido en su vida esa sensación subjetiva, ese  miedo, ese temor de que algo muy importante está en peligro de fracasar, esa sensación de que todo se derrumba, ese palpitar del corazón, ese nublarse la razón, esa imposibilidad de articular el lenguaje adecuadamente, ese peligro inminente…. Así me sucedió…decidí…con esfuerzo cerrar mis ojos y buscar… respirar profundo solo para ver si así esa medicina para el alma que es la respiración, me daba ese alivio inmediato que tanto necesitaba. Mi carta fue la de Jael, y su mensaje: que mejor que nuestro interior para encontrar ahí la protección deseada. Rápidamente un remolino de luz rosa con destellos brillantes, me tomo completa y empecé a girar armónicamente en el espacio. Me dije: El mar con su inmensidad y eso que nos transmite: permanencia y movimiento abundante, podrá calmarme. Así lo hice. Fui a visitar al mar, fui a contarle, a decirle, a escuchar sus consejos y sus mensajes. Bien sabemos que la naturaleza tiene respuestas sorprendentes para nuestras ansiedades, visualizar los contrastes de sus colores, sentir su brisa y escuchar su murmullo rítmico y constante, es un descanso para el alma. Así, el mar en el que me sumergí, me devolvió la sensación de completud. Me mantuve percibiendo todos los detalles de la brisa, del olor de mar tan característico, su sonido y su grandeza. Nuestro dialogo fue en silencio. Al levantar la vista al horizonte que perfilaba a los lejos unos edificios, observe y sentí que esas construcciones que son obra de la grandeza del hombre, estaban combinado a la perfección con la naturaleza abundante del mar en movimiento. En ese instante supe que todo está bien, que todo es perfecto y que todo tiene solución, así fue como ese día aprendí a ser feliz. ¿Cuéntame tú como lo logras?

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